«Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa» Mt 5, 10s
Existe en el mundo, en nuestro mundo, en nuestro siglo, un sufrimiento atroz ante el que muchos no se atreven a gritar. Se trata de la persecución que padecen tantas almas, en su mayoría cristianas, a causa de su fe.
Del 26/03/2015 al 29/03/2015 hice un viaje que me cambió la vida. Un viaje a Irak. Estuve en ciudades como Erbil o Duhok. Poco tiempo, cierto, pero suficiente para ver en aquellos rostros un sufrimiento atroz. Me llamó la atención «el silencio». Sí, el silencio ante el que muchos no se atreven a hablar delante de una cámara. Pero lo peor es que Occidente se lava las manos, ni siente ni padece, Occidente guarda silencio ante este genocidio cristiano en el que cada año mueren por causa de su fe unos 100.000 seguidores de Jesucristo, o lo que es lo mismo, uno cada cinco minutos.